Es mentira eso de que nadie cambia de la noche a la mañana, hay mamás que se ponen los pantalones y dicen ya no más. Se agotan de ser las que lo dan todo.
Entonces, quisiera decir que me harté, pero, me siento asqueada, llegué a ese punto en el que me importa poco si la gente me señala.
Me limpié las lágrimas
Un día, tomé la decisión de dejarlo, recogí las ruinas de mi corazón y me limpié las lágrimas, algunas ya estaban secas, agotadas de no acabarse por años.
Ojalá hubiera sido fácil, pero con todo y que sabía que estar con él era un calvario, me la pensé demasiado, me dije, tal vez tengo que hacer un esfuerzo, por ella, porque quiero darle una familia a mi hija. Qué ilusa era, cierro los ojos y veo a mi yo del pasado, tan esperanzada y rota al mismo tiempo.
Ya ni recuerdo la cantidad de veces que terminé llorando en el baño, contenida para no hacer ruido, como si mi dolor no tuviera derecho a ser gritado.
Me tragué miedos, traiciones, críticas, me tragué lo poquito que me quedaba de salud emocional. Y se volvió normal correr al baño y ver la silueta de mi alma carcomida frente al espejo.
Estaba sola
Estaba ahí, sola, fingiendo detrás de la puerta, haciendo como que no me afectaba y creyendo que era lo mejor. Pasaron meses, años y ya no sentía amor, es más, no sentía nada, si no llegaba a dormir, mejor. No fuimos una familia, sólo que estaba aterrada, tenía miedo de la soledad, de no poder.
Hoy, me abrazo, abrazo a la madre que puso los pantalones, porque comprendo que esa versión de mí no tenía idea de que venía algo mejor. Sí pude y no, no lo voy a romantizar, hay días que el aliento no me es suficiente y me cansó, pero con todo y eso no me arrepiento. Ya entendí que también hay familias en las que no está papá y eso no les quita valor. Ya entendí que no es fácil dejar a tu hijo e ir a trabajar, entendí que es mejor sólo tener frijoles en la mesa que vivir un infierno. Entendí que no merezco tanta humillación.
Vale la pena, cada sacrificio, porque gracias a eso tengo paz y no pienso cambiarlo por nada. Así que si tú estás dudando, te lo digo de corazón, te va a ir mejor. Y si tú ya saliste, no desistas, lo estás haciendo bien, siéntete orgullosa, ya eres una más, de esas a las que llaman luchonas, de las que no les da miedo ponerse los pantalones.
¿Y qué bonito no?